Chihuahua en Tinieblas
Párroco de Guachochi emite angustiosa carta de oración por la sangrienta ola criminal y el abandono total del gobierno
GUACHOCHI.- La región está en manos del Diablo y muy lejos del gobierno.
Los múltiples asesinatos recientes llevaron al Párroco Enrique Urzua a lnzar un grito deseperado de oración por las matanzas y tristeza de encabezar constante funerales de habitantes Pidió que las autoridades abran los ojos ante la situación
El sacerdote publicó una carta urgente a Dios, porque es el unico que puede ayudarle:
"Durante la noche de este lunes 13 de marzo, quiero decirte unas palabras, quiero escribirte mi oración Señor. Te escribo con el corazón en la mano como cura de almas, como pastor de esta comunidad que cree y espera”, indicó
Te cuento Señor, hoy he celebrado el funeral de un padre y un hijo asesinados, un hijo de 23 años que era enfermero, voluntario en la Cruz Roja Mexicana. ¡Qué dificil me fue celebrar la Eucaristía!, mirar la catedral llena y con lágrimas en los ojos de quienes acompañaban el dolor de la mujer que despedia a un esposo y a un hijo, la garganta se me cerraba al comenzar diciendo: En el Nombre del Padre y del Hijo y de Espiritu Santo. En tu nombre Seflor comenzamos a celebrar este momento, mis palabras quebradas, mi garganta sin fuerza y mis ojos brillosos, querian decirte: ¡En tus manos Señor esta nuestra vida, en tus manos Señor está mi pueblo!
Añadió que: En menos de 8 días he celebrado 4 funerales de personas asesinadas y sé que, en ocho dias, no son sólo estos 4, están que los sabemos, pero callamos como el niño de 11 años torturado y asesinado (Qué impotencial, están los que nadie reclama y los que no sabemos dónde han dejado sus cuerpos. Hoy ya no sé Señor, cuántos dias llevamos de balaceras diarias, los medios de comunicación no nos mencionan, como si este pueblo tuyo no existiera. En las calles vemos pasar camionetas a toda prisa, que suponemos son gente con armas en sus manos y al mismo tiempo, miramos la presencia de las fuerzas de seguridad ir y venir, pero la boca de las armas dia a dia, sigue gritando muerte.
Ayer domingo, celebrando la Eucaristia, con micrófono en mano, desde el altar de la Palabra, le pedía a los hermanos que provocan sufrimiento y muerte: jabran una pequeña rendija de su corazón, como la mujer samaritana, pues si conocieran el don de Dios, si supieran que sólo Él es que les puede dar plenitud.
Hoy he dicho desde el mismo altar: ¡Mis palabras pueden ser fuertes, puedo gritar, pero, nadie nos escucha! Me duele Señor, celebrar estas muertes, estos no son tus planes, Tu no quieres estas muertes, estoy seguro que tu amor no quiere este sufrimiento, sin embargo, en tu infinito amor y misericordia recibes la vida de todos, por eso a estos hermanos que he celebrado, a cuantos hemos despedido en este altar, victimas de la violencia, a los no nadie sabe donde quedan sus cuerpos, a los que nadie reclama, ¡con corazón de padre los encomiendo a tu presencia!
Hoy he dicho: Puesto que nadie nos escucha, nosotros, pueblo de Guachochi, victimas de tanta falta de amor, de tanta falta de empatía, de tanta falta de interés y de la indiferencia, escuchemos estos acontecimientos. ¡Estas muertes nos están hablando! No somos nosotros quienes tienen que juzgar a quien es asesinado, nuestro pensamiento tiene que ir más allá. Hermanos, hermanas, tenemos que voltear nuevamente la mirada a Dios, tal vez no detengamos el miedo y sufrimiento de nuestra patria, pero si podemos construir mejores relaciones en nuestras familias. No solamente nos tiene que dar miedo saber que podemos ser la siguiente victima, nos tiene que dar miedo pensar que nuestros niños, si no construimos una vida más amable, pueden heredar este mismo
dolor.
Abre nuestro corazón Señor, para que todos te podamos experimentar como único Señor, para que quienes se dedican a matar, te experimenten como su único Señor, como el único al que hay que obedecer y darle cuentas.
Te pido Señor, por nuestras autoridades, abre sus ojos para que miren las lágrimas y sus oidos al sufrimiento de nuestros pueblos, dales la sabiduría necesaria ante esta descomposición social, muestrales el camino que deben seguir en la restauración de nuestra patria, hermosa, bella, grande, pero lastimada. De ti procede todo poder y autoridad, que se dejen guiar Señor por tu voluntad que es la de escuchar el dolor del pueblo. Gracias Señor, porque en medio de estas horas de oscuridad, Tu eres nuestra fuerza y nuestra esperanza”.
El sacerdote publicó una carta urgente a Dios, porque es el unico que puede ayudarle:
"Durante la noche de este lunes 13 de marzo, quiero decirte unas palabras, quiero escribirte mi oración Señor. Te escribo con el corazón en la mano como cura de almas, como pastor de esta comunidad que cree y espera”, indicó
Te cuento Señor, hoy he celebrado el funeral de un padre y un hijo asesinados, un hijo de 23 años que era enfermero, voluntario en la Cruz Roja Mexicana. ¡Qué dificil me fue celebrar la Eucaristía!, mirar la catedral llena y con lágrimas en los ojos de quienes acompañaban el dolor de la mujer que despedia a un esposo y a un hijo, la garganta se me cerraba al comenzar diciendo: En el Nombre del Padre y del Hijo y de Espiritu Santo. En tu nombre Seflor comenzamos a celebrar este momento, mis palabras quebradas, mi garganta sin fuerza y mis ojos brillosos, querian decirte: ¡En tus manos Señor esta nuestra vida, en tus manos Señor está mi pueblo!
Añadió que: En menos de 8 días he celebrado 4 funerales de personas asesinadas y sé que, en ocho dias, no son sólo estos 4, están que los sabemos, pero callamos como el niño de 11 años torturado y asesinado (Qué impotencial, están los que nadie reclama y los que no sabemos dónde han dejado sus cuerpos. Hoy ya no sé Señor, cuántos dias llevamos de balaceras diarias, los medios de comunicación no nos mencionan, como si este pueblo tuyo no existiera. En las calles vemos pasar camionetas a toda prisa, que suponemos son gente con armas en sus manos y al mismo tiempo, miramos la presencia de las fuerzas de seguridad ir y venir, pero la boca de las armas dia a dia, sigue gritando muerte.
Ayer domingo, celebrando la Eucaristia, con micrófono en mano, desde el altar de la Palabra, le pedía a los hermanos que provocan sufrimiento y muerte: jabran una pequeña rendija de su corazón, como la mujer samaritana, pues si conocieran el don de Dios, si supieran que sólo Él es que les puede dar plenitud.
Hoy he dicho desde el mismo altar: ¡Mis palabras pueden ser fuertes, puedo gritar, pero, nadie nos escucha! Me duele Señor, celebrar estas muertes, estos no son tus planes, Tu no quieres estas muertes, estoy seguro que tu amor no quiere este sufrimiento, sin embargo, en tu infinito amor y misericordia recibes la vida de todos, por eso a estos hermanos que he celebrado, a cuantos hemos despedido en este altar, victimas de la violencia, a los no nadie sabe donde quedan sus cuerpos, a los que nadie reclama, ¡con corazón de padre los encomiendo a tu presencia!
Hoy he dicho: Puesto que nadie nos escucha, nosotros, pueblo de Guachochi, victimas de tanta falta de amor, de tanta falta de empatía, de tanta falta de interés y de la indiferencia, escuchemos estos acontecimientos. ¡Estas muertes nos están hablando! No somos nosotros quienes tienen que juzgar a quien es asesinado, nuestro pensamiento tiene que ir más allá. Hermanos, hermanas, tenemos que voltear nuevamente la mirada a Dios, tal vez no detengamos el miedo y sufrimiento de nuestra patria, pero si podemos construir mejores relaciones en nuestras familias. No solamente nos tiene que dar miedo saber que podemos ser la siguiente victima, nos tiene que dar miedo pensar que nuestros niños, si no construimos una vida más amable, pueden heredar este mismo
dolor.
Abre nuestro corazón Señor, para que todos te podamos experimentar como único Señor, para que quienes se dedican a matar, te experimenten como su único Señor, como el único al que hay que obedecer y darle cuentas.
Te pido Señor, por nuestras autoridades, abre sus ojos para que miren las lágrimas y sus oidos al sufrimiento de nuestros pueblos, dales la sabiduría necesaria ante esta descomposición social, muestrales el camino que deben seguir en la restauración de nuestra patria, hermosa, bella, grande, pero lastimada. De ti procede todo poder y autoridad, que se dejen guiar Señor por tu voluntad que es la de escuchar el dolor del pueblo. Gracias Señor, porque en medio de estas horas de oscuridad, Tu eres nuestra fuerza y nuestra esperanza”.